Un préstamo atado es todo préstamo en el que el importe que el prestamista concede al prestatario no se puede usar al libre albedrío del deudor, sino que se tiene que emplear en un uso concreto que tanto el prestamista como el prestatario han acordado. Por ejemplo, un préstamo atado para la compra de un vehículo consistirá en un préstamo en el que se conceda una determinada cantidad de dinero que el prestatario sólo podrá dedicar a la compra de un vehículo y no podrá usarla para sufragar otra cosa. Este tipo de préstamos entrañan algunas ventajas tanto a los prestamistas como a los prestatarios. Entre ellas es que al ser unos prestamos sujetos a condiciones especiales, sus intereses suelen ser más bajos y por tanto más asequibles para el deudor. Por su parte, el acreedor al saber cuál es el fin al que se va a aplicar el dinero prestado tiene una mayor certeza sobre la solvencia del deudor, pues sabe que el dinero que le ha prestado va a satisfacer una necesidad en concreto y no va destinado a refinanciar deudas que pueden alterar la capacidad del deudor de afrontar sus obligaciones financieras. Entre las desventajas están precisamente las limitaciones de poder emplear el dinero en otros fines que sean los inicialmente demarcados en el acuerdo de préstamo.
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